Aprender
La Transición de las pegatinas
El exdiputado navarro Juan Moscoso escribe sobre cómo coleccionó, cuando era niño, más de cien pegatinas de partidos políticos de los inicios de nuestra democracia.

El sobre en el que Juan Moscoso guardaba su colección de adhesivos.
El 15 de junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones y la política democrática, por fin, lo invadió todo. Yo tenía 11 años y mi pasión política viene de entonces, de aquel entusiasmo colectivo que dio carta de naturaleza al mejor periodo de la historia de España. En los años 70 la televisión y los periódicos eran en blanco y negro. Sólo existía TVE y en mi casa se compraban 4 diarios y un montón de revistas. En la calle todo era muy diferente. Se hacían pintadas y se pegaban carteles por todas partes, y también pegatinas. En la parte de detrás de los coches o en la luna trasera y en las ventanillas, en las carpetas y los libros de los estudiantes, en las ventanas de las habitaciones, en algunos muebles. Se pegaban pegatinas por todas partes. A veces hasta en la ropa.
Aquella era una sociedad analógica y todavía escasa de recursos, chapucera por necesidad. Había mil reivindicaciones y cada grupo, partido o colectivo se fabricaba las pegatinas como mejor podía. Muchas eran simples dibujos impresos en aironfix –una materia prima cara y escasa entonces-. Lo importante era tenerlas y lucirlas para hacer exhibicionismo político. Las pegatinas simbolizaban activismo, ganas de cambio y democracia, transición. Llevar pegatinas fue uno de los primeros logros de la libertad. No nos engañemos, pasearse por Pamplona y dejarse ver con el logo del PSOE, la ikurriña o un escudo de Navarra sin la laureada de San Fernando pegados en el coche o en una carpeta era entonces algo profundamente transgresor y subversivo. Y no digamos la bandera de la República. Nadie era ajeno a esta tendencia y por ello todas las ideologías sin excepción se lanzaron a ello.
Entre aquellas primeras elecciones de 1977, el referéndum constitucional del 6 de diciembre de 1978 y las elecciones generales de marzo 1979 y municipales de ese mismo año en abril coleccioné pegatinas, cumplí 12 años y en 1979 antes de llegar a los 13 dejé de hacerlo probablemente porque el sentido de excepcionalidad de los primeros tiempos se fue superando. En 1979 mi padre resultó elegido diputado a Cortes por primera vez, y todo comenzó a resultar más normal.
Las conseguí en el colegio, en la calle, en mis paseos por Pamplona, en las mesitas plegables que entonces ponían por todas las esquinas
Todas las pegatinas de esta colección son más o menos del año 1978, o del periodo 1977-1979 para ser más exactos. Todas están nuevas, nunca fueron “pegadas”- y conservan el papelito adhesivo, incluso las que lo tienen despegado o suelto porque el pegamento se ha secado. A pesar del tiempo transcurrido las recuerdo bien, prácticamente una a una, e incluso sé quién me dio alguna. Las conseguí en el colegio, en la calle, en mis paseos por Pamplona, en las mesitas plegables que entonces ponían por todas las esquinas, en los actos políticos a los que iba con mi familia, en las vacaciones de verano. No rechacé nunca ninguna a pesar de que ya entonces enseguida te etiquetaban y te llamaban cualquier cosa. Yo quería tener todas. La colección ofrece una imagen bastante completa de lo que sucedía en la Pamplona de 1978, con el sesgo de mi familia, entorno social, barrio o colegio, y muestra cuales eran los principales actores políticos del momento.
Recuerdo detalles como cuando recorté el escudo de Navarra para pegármelo en una carpeta sin la “berza”, la laureada añadida por el franquismo. También, me acuerdo que compré el Escudo de Zazpiak-Bat y la bandera de Europa -como la que mis padres pegaron en nuestro SEAT- en uno de nuestros frecuentes viajes a Francia, en Biarritz, y ahí está también el sobre de las Nouvelles Galleries con el ticket en francos como prueba irrefutable. La bandera republicana era entonces algo clandestino que daba miedo enseñar. También recuerdo mi sorpresa cuando un compañero me llamó “facha” por llevar una de las pegatinas redondas del “6 de diciembre día de la Constitución” pegada en un cuaderno, y ahí seguimos.
Quién sabe, quizás nunca hubiera sido diputado si no hubiera hecho esta colección
Estéticamente hay muchas preciosas. Supongo que mi afición por el arte, la ilustración y el diseño gráfico algo habrá tenido que ver también. Algunas de ellas siguen vigentes hoy, otras reflejan debates superados. Como se ve, también entonces, como ahora, el eje izquierda-derecha no era el único relevante, y ya vivíamos en una tormenta identitaria.
Me alegro mucho de que mis pegatinas hayan sobrevivido 40 años guardadas en el mismo viejo sobre amarilleado por el tiempo y la humedad. Y me encanta y me honra el interés que han generado en la Fundación Felipe González para que se entiendan como parte de la memoria cívica de un país.
Me parece que son un buen ejemplo del tiempo que vivimos en aquellos años y de cuáles eran las principales preocupaciones de todos en aquella España, incluso para los que como yo éramos unos niños y que no por ello lo vivimos con menos intensidad, pasión y admiración por sus protagonistas como Felipe. Quién sabe, quizás nunca hubiera sido diputado si no hubiera hecho esta colección.